Ricardo Plaza
Madrid, 1970
Soy doctor en Economía y profesor universitario. De la librería de mi abuelo Francisco, una pequeña caseta en la Cuesta de Moyano de Madrid que todavía sobrevive, me llegaban a través de mi padre las invenciones de Verne y Salgari, de Dickens y Twain, de Galdós y Conrad. En mi adolescencia comencé a escribir y nunca he querido dejar de hacerlo. Mis hijos, como a muchos otros padres, con su insaciable demanda nocturna de historias para dormir, llenas de lobos, cerditos y magos, me volvieron a introducir en la literatura infantil . Cuando toda su biblioteca se agotó, tuve que inventarles nuevos personajes, y algunos de esos relatos orales de cuenta cuentos de dormitorio con litera aterrizaron en algún perdido cuaderno de notas, esperando a ser alimentados con imaginación y paciencia.